Arte y género
Miramar
por Paula Russo Martínez*
Estoy en junio de 2020, cuarentena. Veo una convocatoria de un festival de monólogos breves con temática social. ¿Sobre qué quiero escribir? Acude al instante la indignación de la semana: Hombres absueltos de una violación con el argumento de ¨desahogo sexual¨. ¿KE? ¿COMO? ¿ESTO ES REAL? Ok, Pau, sí, querés hablar de eso: violencia de género. Ahora bien, ¿Cómo quiero referirme al horror? ¿Cómo apropiarme? ¿En qué lugar me toca?
De las preguntas vino un nombre, de pronto: Natalia Melmann. El primer femicidio del cual me enteré.
Secuestrada, violada y asesinada. Febrero 2001. En 2002 tres policías fueron condenados a perpetua. En 2018 el segundo proceso absolvió a un cuarto bonaerense. Luego se revocó ese fallo y se ordenó un nuevo juicio, que sigue pendiente.
Cuando este hecho sucedió yo tenía nueve años, estaba en el mismo pueblo que Natalia, viviendo uno de los tantos veraneos en esas playas. No recuerdo algo concreto de esos días, pero sí la percepción de que el aire se había puesto más turbio. Escuchaba cosas sueltas que hablaban los grandes. La ciudad estaba agitada, un enrarecimiento. No sé bien cuándo algún adulto me contó lo que había pasado. Era la primera vez que escuchaba algo así. En ese entonces tenía menos escudos. Las imágenes de lo sucedido me impactaron directamente: sin escalas, sin filtro, sin colador.
Con los años, volví a escuchar sobre violencia de género y violencia institucional. Me seguía pareciendo inconcebible, horroroso, inentendible, monstruoso. Pero ahora había palabras. Ahora tengo un caparazón que impide que, en el fondo, pueda creer que Natalia fue ahorcada y violada de verdad, que estuvo en esa casita con los policías, DE VERDAD.
Pasaron 19 años. Quiero escribir un monologo sobre violencia de genero. Vuelvo a las preguntas: ¿Cómo quiero referirme al horror? ¿Hay palabras que se vacían de sentido después de tanto repetirlas? Quería buscar nuevas palabras, más bien mis palabras. Sentía que un monólogo no era el espacio en el cual deseaba volver a decir Ni Una Menos.
Elegí escribir desde el lugar más genuino que encontré: la niñez, mis VHS, mis diarios, la primera vez que escuché sobre un femicidio. La primera y única vez que pude concebir, realmente, la atrocidad que implicaba.
Quiero confiar en que es un aporte mínimo para visibilizar y sensibilizar sobre la cuestión. Hay días en los que me levanto desmotivada. Los femicidios son el caso más extremo, terrible, concreto, visible de toda una sociedad patriarcal que no puede seguir así. Cada día repienso y redescubro aristas del feminismo con mis amigas y compañeras. Repienso, re-siento, cuestiono hasta los detalles más íntimos de mi vida. Me pregunto cosas que ni me sale formular. Me frustro, siento que estamos lejos. Lo único que me consuela es saber que no hay otra que la constancia y la lucha. No, no es un intento de subir los ánimos. Literal: No veo otra. Si el caso de Natalia trascendió fue por una familia que luchó incansablemente, y acompañada.
Pienso también en todas las primeras feministas. Somos sus hijas. Quizás no lleguemos a ver en vida las consecuencias de lo que hagamos hoy. Asumo que será para nuestras nietas, y las suyas. Por ahora sé que nado en un mar de hermanas.
*Egresada de la Lic. en Actuación en la UNA. Se formó en danzas, canto, y artes plásticas. Cursó la Lic. en Cs Antropológicas (UBA). Como actriz trabajó en diversas obras de teatro y cortos. Participó de la Antología de Poetas Latinoamericanos de Editorial Imaginante. Escribe y protagoniza Domingo con Dominga, una tertulia literaria virtual en la cual comparte diarios íntimos. Su monólogo Miramar fue finalista del FIAVV y obtuvo mención especial al Mejor Monólogo Poético. Da clases de teatro en nivel inicial, primaria y secundaria.
Redes:
https://www.facebook.com/pau.russomartinez/
https://www.instagram.com/paurussomartinez/
https://www.alternativateatral.com/persona261386-paula-russo-martinez