Arte y género

Crónica de “Cárceles bolleras”

por Celina Tolosa*

La película documental española Cárceles bolleras de Cecilia Montagut se estrenó en Buenos Aires en el Auditorio Malba, en el marco del Festival Asterisco.

El eje transita por la discriminación que sufren las mujeres cis y trans presas, con experiencias sexo-afectivas no normativas, en las cárceles de España. Se extiende a Argentina a través de la entrevista a Marta Dillon, autora del libro Corazones Cautivos, sobre la situación de la mujer en las cárceles de Argentina.

Lejos de hacer un retrato de lo que sucede cotidianamente en las cárceles, las entrevistadas son ex-presas, porque al momento de hacer el documental estaba prohibido grabar dentro de las cárceles en España. Fue entonces cuando la realizadora investigó para llegar a algunas mujeres que ya habían sido liberadas, y ellas cuentan lo que sintieron cuando estaban en las diferentes prisiones.

La película comienza con Andrea, una argentina encarcelada por hacer un viaje en el cual trasladaba droga. Pasó por varias prisiones y buscó “refugio” en relaciones lésbicas. Describe cómo se sentía protegida con una mujer de las que allí denominan “machito”. En el relato, ella también tiene una mirada que respeta el “orden de género” y así se reproduce lo que el sistema heteropatriarcal establece. La cárcel, muchas veces, también homologa lo que se vive afuera.

Katia, brasileña, es una militante feminista y migrante sin papeles. Su mirada y búsqueda de posturas teóricas, la convierten en una clara defensora de los derechos de las mujeres migrantes. Habla con ternura dentro de un medio tan hostil y cuenta cómo ello la hizo relacionarse afectivamente con mujeres. Habla del reconocimiento de su cuerpo, en libertad -paradoja de la prisión-, y de la masturbación como búsqueda y encuentro. Dice “una vez que salí perdí la relación que tenía con mi cuerpo”.

También aparece una militante política, Ruiz Camps, que describe cómo estaban aisladas las mujeres en la Cárcel de Yeserías (1975-1976) y cómo no se hablaban entre ellas de lo que sucedía, ni de las relaciones lésbicas que había entre las presas políticas. Dice “la afectividad existía… pero no sabes hasta qué punto había relaciones sexuales. En las presas comunes, sí que era claro”.

Llamativo o no, en esa misma época, en la militancia de nuestro país tampoco se habilitaba a hablar de relaciones homosexuales entre hombres o mujeres. La revolución, casi como con “los marielitos” de Cuba, estaba esparcida en conceptos de prohibición por el mundo.

Ana, una mujer transexual de los años 70, cuenta cómo vivían sin decir qué eran, ello no estaba permitido. Es curioso ver cómo habla en femenino y en masculino alternativamente e incluso de lxs demás trans. Habla desde un lugar también sexista comentando de qué manera “las que se juntan con otras mujeres son viciosas”.

También Silvia Reyes cuenta cómo las travestis estaban muy contentas porque en el año 1975, en Barcelona, las enviaron a un módulo especial. El temor que tenían era ir al módulo de presxs comunes, lo único que así podían hacer, era espiarlas.

Interesante ver cómo María Jesús Lastra, una militante trans, viene luchando desde 1998. En 2005 fue detenida y encarcelada en el módulo de hombres, con los problemas que ello le traía con aquellos y su sexualidad. Recién en 2006, consiguió que la trasladen al módulo de mujeres, acorde con su identidad, a raíz de la sanción de la ley 17/2006 sobre la integración de personas transexuales en prisión. Allí con sus compañeras no tuvo problema alguno, fue muy bien aceptada y se sintió una más.

En el movimiento de lucha feminista, hay distintas posturas sobre si incluir o no a las mujeres trans. En mi visión, no debemos discriminarlas, sino integrarlas.

Las cárceles tienen un espacio hipermasculinizado. En el módulo de hombres hay que “demostrar hombría”, al decir de Lastra. Y a la vez hay relaciones homosexuales de las que no se puede hablar, finalmente, es un tema “tabú”.

Hacer un cuestionamiento general de los sistemas punitivos se impone; como dice Mar Sánchez (voluntaria de Acope): “chupan la energía positiva de las personas que viven en ese entorno”.

Y como sostiene Marta Dillon, hay una fantasía positivista que sostiene que separar de la sociedad a la gente que comete delitos y juntarla bajo ciertos tratamientos, podría convertirlxs en ciudadanxs que no cometan delitos.

En la Argentina, también las mujeres presas viven en situaciones de alta vulnerabilidad. La Unidad Penitenciaria 46 de San Martín se abrió exclusivamente para mujeres en 2007, y en 2009 se cambió la modalidad y alberga hombres.

La película Leonera, de Pablo Trapero (2008), mostraba la realidad de las mujeres presas.

Otro modelo de prisiones es posible, como en los Países Bajos, y hay que trabajar para que eso se logre. Incluso hasta la desaparición de las cárceles; como dice Katya “si existen, que sean cárceles que respeten el cuerpo de la mujer y exclusivas de mujeres y no dentro de un sistema creado para hombres”.

Cárceles Bolleras se trata de un documental español que visibiliza la realidad de las mujeres presas, la desigualdad de género y de qué manera el deseo lésbico se convierte en una forma de resistencia frente a la institución penitenciaria de España, así como en muchos otros países del mundo.

A lo largo del documental, hay testimonios de las investigadoras Estibaliz de Miguel, Raquel Osborne y la antropóloga Dolores Juliano. Se ha proyectado en 12 países y varios festivales del mundo.

* Abogada, gestora cultural, documentalista y fotógrafa. De larga trayectoria en el feminismo. Su compromiso artístico está ligado a campañas de concienciación y sensibilización de lo que llamamos “estigma”, con su correlato en la discriminación. Su documental Cuerpo a tierra (2011) recibió dos premios en España y recorrió 11 festivales internacionales