Mujeres que hicieron historia

Juana Azurduy

(1780 – 1862)

por Graciela M. Catalán*

Es importante recordar y saber quién fue Juana Azurduy, una de todas aquellas mujeres que formaron parte de nuestra historia, de nuestro pasado, mujeres fuertes, luchadoras, resilientes, que se enfrentaron y atrevieron a aquello que se les presentaba, en una sociedad cerrada y de élite donde debían siempre solicitar permisos sociales.

El pasado 12 de julio se cumplieron 240 años de su nacimiento.

Juana Azurduy, cuenta la historia, nació un 12 de julio de 1780 en Toroca una población ubicada en el norte de Potosí perteneciente en ese momento al Virreinato del Río de la Plata y que actualmente es el Estado Plurinacional de Bolivia, que limita al sur con Paraguay y Argentina, al norte y oriente con Brasil y al occidente con Chile y Perú.

Hija de Eulalia Bermúdez que provenía de Chuquisaca -mestiza- y de Matías Azurduy, un español, patrón de una hacienda en Toroca, con una posición económica holgada, dueño de  tierras en esa región.

Juana creció en esas tierras y aprendió el oficio de las tareas de campo, toda vez que acompañaba a su padre mientras trabajaba y esto le permitió tener contacto con los pobladores de su tierra. Aprendió a hablar el idioma quichua y aymara.

Es decir, Juana pudo ir más allá de una sociedad colonial donde los roles de género de las mujeres eran católicos y conservadores, superarlos y convertirse, entre otras cosas, en una experta jinete.

Tenía un hermano mayor, Blas, que falleció en la infancia, y una hermana menor, Rosalía.

Pero, las dos hermanas quedaron huérfanas desde muy jóvenes y fueron criadas alternadamente por su tía paterna, Petrona Azurduy, y por Francisco Días Vayo, marido de esta última, quienes administraron las propiedades dejadas por su padre hasta cuando ellas fueran adultas.

Aquí cabe resaltar que esta tía, Petrona, advirtió desde el primer momento que Juana era distinta, se comportaba de una manera no tradicional o poco convencional y la consideraba “indeseable y muy difícil de controlar”.

Frente a ello, contrataron un tutor para que Juana tuviera una instrucción académica y social para dominar sus arrebatos rebeldes,  pero como se rebelaba contra el control de su tía, la envió al Convento de Santa Teresa de Chuquisaca para convertirse en monja.

En tal convento, por su temperamento y enfrentamiento con las  hermanas del lugar, fue expulsada con apenas 17 años de edad.

Ella admiraba a la Santa Juana de Arco, “Jeanne d’Arc” y, por cierto, expresaba enfáticamente sus deseos para ir a luchar al campo de batalla.

Después de esa expulsión, Juana vuelve a vivir en la hacienda que le había dejado su padre, y fue entonces cuando pudo vivenciar la brutalidad y mal trato que se daba a los indígenas que vivían en su tierra y trabajaban en las minas de plata españolas.

De esta forma se la consideró como una aliada y defensora del “movimiento revolucionario indígena” de ese momento.

En cuanto al amor también fue intensa, segura, sincera y fuerte en sus sentimientos. Se enamoró de su vecino y amigo de la infancia, Manuel Ascencio Padilla, un joven con convicciones políticas, revolucionario, estudiante de abogacía que dejó la escuela de derecho realista para unirse al movimiento de independencia.

Se casó con Manuel Padilla y el matrimonio de ambos era considerado como un matrimonio “progresivo dentro y fuera del campo de batalla”.

Tuvieron cinco hijxs, Manuel, Mariano, Juliana, Mercedes y Luisa, los dos primeros nacieron antes de comenzar a pelear en el frente militar y murieron muy jóvenes debido a enfermedades y desnutrición en los campamentos militares.

Cuando se habla de Juana Azurduy se la vincula a una vida y carrera militar fuerte, segura y guerrera. Se recuerda que junto con su esposo se unieron a la Revolución de Chuquisaca, derrocando al Gobernador de esa Real Audiencia de Charcas, lo que permitió que se estableciera una Junta de Gobierno de Buenos Aires.

En su lucha llegó a ser capturada y prisionera en su propia casa por los soldados españoles, pudo ser rescatada en varias oportunidades por su esposo y pudieron escapar juntos de Chuquisaca para unirse al Ejercito del Norte -bajo el mando de José Castelli y Antonio Balcarce- para luchar contra la ocupación española del Alto Perú.

Sus propiedades, tierras y campos fueron confiscados.

Volvió a participar junto con su marido en el nuevo Ejército del Norte, a cargo del general Manuel Belgrano, y representó a una famosa fuerza de reclutamiento, que inspiró a los pueblos indígenas y a otras mujeres llamadas Amazonas a unirse a la causa. Se hizo cargo de los Batallones Leales, una fuerza de combate de hombres y mujeres indígenas.

Entre los actos de Juana Azurduy que se destacan y convertirían en leyenda se cuenta que después de dejar el campo de batalla para dar a luz a su cuarta hija, regresó horas después de parir, al frente para reunir sus tropas y  seguir luchando frente a las fuerzas españolas.

Debido a las noticias que llegaban en ese momento sobre Juana, su valentía y victorias, el General Juan Martín de Pueyrredón, a cargo del ejército argentino, le otorgó el título de Teniente Coronel en el año 1816.

Embarazada de su quinta hija y en la batalla de la Laguna, Juana fue capturada y al intentar su esposo rescatarla, fue herido, capturado y  posteriormente colgado por los realistas.

Todo esto obligo a Juana a tener que enfrentar una situación complicada; embarazada y sola tuvo que sobrevivir como podía, luego huir y seguir luchando bajo el mando del general Martín Miguel de Güemes.

Fue nombrada para el puesto de Comandante del Ejército del Norte del Gobierno Revolucionario de las Provincia Unidas del Río de la Plata.

Impensable en ese momento de la historia que una mujer fuera comandante del ejército. Esto realmente no podía suceder en una sociedad patriarcal y machista.

Ya en su vejez, y después de tanto andar, Juana Azurduy, adoptó un niño indígena – Indalecio Sandi- que la cuidaba y acompañaba a transitar su soledad y adversidad ante las pérdidas y embates importantes de su vida.

Se quedó sin afectos, sin familia, sin nada, solo sus recuerdos y lo vivido.

Ante la situación en la que se encontraba fue que solicito al gobierno boliviano la devolución de la propiedad de sus tierras que había heredado de su padre y habían confiscado los españoles.

También peticionó una pensión que le fue otorgada en ese momento por Simón Bolívar.

Como si no fuera poco lo vivido por Juana Azurduy, la pensión que le había sido precisamente otorgada, le fue revocada, es decir, concretamente se la quitaron durante la reorganización burocrática del gobierno de José María Linares -año 1857-.

Juana Azurduy murió en la miseria, olvidada, un 25 de mayo de 1862, a la edad de 82 años en nuestra provincia de Jujuy y fue sepultada en una fosa común.

Tuvieron que transcurrir más de cien años para recordarla, para respetarla por entregar su vida, y por ello sus restos fueran exhumados y trasladados a un mausoleo que fue construido en la ciudad de Sucre en Bolivia.

Recién en el año 2009, fue ascendida a Generala del Ejército Argentino y Mariscal de la República Boliviana.

A poco más de 240 años del aniversario de su nacimiento, es necesario recapacitar, recordar, visibilizar, reconocer a Juana Azurduy, ocuparse de transmitir su vida, su lucha constante por la igualdad, el respeto, la libertad y la independencia de una mujer que no debe ser olvidada o pasar desapercibida.

Juana representa una de las figuras femeninas más importantes de Latinoamérica.

De tal manera solo resta contar su historia, seguir visibilizando, visualizando la vida de esta maravillosa mujer, empoderada y por cierto resiliente que, hasta el final de sus días, no se quedó y decidió continuar transcendiendo y luchando.

Porque como dice de Felix Luna y Ariel Ramírez en alguna de las estrofas de la canción llamada “Juana Azurduy”:

“…Flor del Alto Perú no hay otro capitán más valiente que tú. Tierra en armas que se hace mujer, Amazona de la Libertad, quiero formar en tu escuadrón y al clarín de tu voz atacar. Truena el cañón, préstame tu fusil que la revolución viene oliendo a jazmín…”

Juana Azurduy representa y es una de esas tantas mujeres que ha dejado marcas, surcos y profundas huellas en su camino y decidió honrar la vida.

Fuente: sitio web del Ministerio de Cultura de la Nación Argentina.

* Abogada. Periodista. Escritora. Se desempeñó durante 37 años en el fuero de familia y comercial del Poder Judicial de la Nación hasta su jubilación. Editora de Género en el Diario online “Tribuna de Periodistas” y responsable de las notas de sociedad y actualidad. Comenzó a escribir allí en el año 2003 columnas relacionadas con la actualidad y el derecho. Ha realizado innumerables cursos, jornadas y seminarios relacionados con el derecho y concretamente con el derecho de familia, violencia de género, salud mental, discapacidades y el Código Civil y Comercial. Estudió durante dos años Lengua de Señas en el Instituto “Villasoles”. Durante el año 2018 escribió el libro “Mujeres que han dejado Huellas” de Editorial Dunken. Autora del guion de teatro “Petrona, esa mujer”. Actualmente está escribiendo una novela y cuentos. A cargo de un programa en Radio FM “Aprender” y Radio “WU”. Instagram @dejandohuellaswu